viernes, noviembre 30, 2007

Talada...




Acabo de llegar de Torres Ralas. Hemos tenido un entierro. Nada más arribar observé como talaban los olmos de la Calle Real.


Las hojas dejaban de bañar con su tono dorado la acera de María, mujer ya anciana de unos 80 años a la que cada mañana de verano saludaba cuando me acercaba al mercado por el pan.


Al día siguiente, un coche funebre salía procedente de la calle degollada, pregunté a los enlutados. María había muerto, se levantó por la mañana para retirar las hojas y al no encontrarlas cayó fulimanada, sin previo aviso, sin palabras, como una hoja muerta, herida por la tala.

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