jueves, agosto 02, 2012

Pero, ¿qué nos pasa?.

Dejé de escribir en estas páginas cuando todo se empezó a convertir en una gris caída de lluvia en forma de acciones. Dejé de tener ganas de compartir nada, de opinar para simplemente ser llevado por la gran ola de pesimismo que nos invade. Dejé de intentar dejarlo. Y mientras, los señores del norte empezaron a coaccionarme. A mostrarme que solo había un camino, el sacrificio, de nuestras vidas, de la de mis hijos (son tres) y posiblemente de mis nietos para que, mediante un acto de expiación, volvamos a ser pobres, que es lo que debimos ser siempre... sureños. 

Y recordé que no hace mucho tuve la suerte de surcar los mares del Sur, entremezclando mis sueños con el horizonte de bellas islas Griegas, con el brillo descomunal que nos dio la luz de la democracia reflejado en un Mediterráneo de un azul tan vivo que me hacía sentir tan pequeño... alcancé el Acrópolis y eleve mi vista hacia los frisos de un Partenón que siempre fue objeto de mi deseo arquitectónico... y lo vi todo desde la altura del hombre clásico... con la mansedumbre del que sabe que así, sólo así, se hace la Historia. Y pocos días después... tras horas de navegación, pude ver nacer en un amanecer inolvidable la Torre de San Marcos de Venecia... y allí me sentí en paz, me sentí en casa.

Regresé a España con la extraña sensación de que no me había ido, de que tanto nos unía el mar que compartimos que algo estaba fallando en nuestro mundo. Y esa Unión, empieza en Lisboa y acaba en Atenas. 

Y hoy, atenazados por un Banco Central Inoperante y pisados por la bota que inició dos Guerras Mundiales, nos quieren hundir, más si cabe, en nuestra derrota. Pero, ¿qué nos pasa?. Deberíamos elevar la mirada, escupir al destino y de una vez por todas hacer frente a lo que parece un destino fatal irremediable. ¿Dónde este nuestro Odiseo que pugne contra los crueles peligros que nos acechan?. Creo que ya es hora de que los Estados del Sur nos unamos y como dice ese bello himno, volvamos a ser lo que fuimos, hombres de luz que a los hombres almas de hombres les dimos. 

Nunca habrá nada tan bello como ese verso ni tan necesario y urgente.

Os dejó con la interpretación que hace Bocelli jugando con diversas melodías de Pietro Mascangi, destacando la reminiscencia del intermezzo de Cavalleria Rusticana. 



Lo siento amigos, abandono Rammsteim.

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