LLevo unos días sin apenas tiempo para escribir, o quizás sin ideas. Quisiera haber transmitido con rapidez mi sensación tras el desastroso accidente que ha sesgado la vida de 153 personas, pero no era distinta a la de todos vosotros. La aletoriedad de la vida, sus caprichos y lo cruel que es a veces nunca dejará de sorprenderme. Pero así es esto. Situaciones así deben servirnos a todos, siempre, como lección de fugacidad, y darnos cuenta que no sólo las estrellas en el cielo de agosto son un brillo inigualable y espléndido pero breve como un parpadeo. A los que buscan siempre de alguna manera cortar ese espéctaculo nunca les ofreceré respeto.
El camino está ahí fuera, persigamos nuestros objetivos, y esperemos que estos sean un bien para todos.
Ánimo a todas esas familias, que repentinamente, han dejado de serlo.
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